Como llevar una vida Slow

Estoy segura que muchos de nosotros hemos tenido que bajar nuestro ritmo de vida habitual en los últimos dos años de forma forzosa, o de forma consciente, a consecuencia de la crisis global que vivimos o bien por motivos personales e individuales.


Últimamente al vernos en esta tesitura, los términos Slow Life, Slow living, vida slow han cobrado más protagonismo en nuestra vida y me siento alienada con los valores de la vida Slow; por ello me gusta transmitiros desde aquí la coherencia que me aporta, tanto con mi propia práctica personal y profesional.


Slow life significa literalmente “vida lenta”. El término engloba, más allá de una simple tendencia, toda una filosofía de vida, contemplando todo tipo de aplicaciones prácticas para bajar el ritmo en distintos ámbitos vitales: en las relaciones personales, en el trabajo, en el tiempo de ocio, en la alimentación, en la práctica del deporte, etc. 

La base del movimiento slow life nos refleja que el ritmo de vida actual en Occidente es insostenible e insano, ya que esto se manifiesta en una priorización absoluta del trabajo y la productividad, sobre el resto de aspectos de la vida; en un consumismo desatado que no quiere que reflexionemos nada, haciéndonos vivir a la carrera y compitiendo; o en la imposibilidad de detenernos a pensar en las cosas que realmente importan, lo que nos impide disfrutar plenamente del presente, de nuestro tiempo en el sentido más profundo de la palabra: nos impide disfrutar de nuestra vida.

Slow hacen referencia a una forma de vivir el día a día de nuestras vidas de manera más pausada y consciente. Todo un planteamiento vital que nos permita ser más felices y disfrutar más de nuestro tiempo, aplicándolo en cosas realmente significativas. 

Hoy quiero dedicar este post a tomar consciencia de cuánto practicas el Slow Life y por qué es interesante incorporar esta forma de pensar en nuestros quehaceres diarios. Y, sobre todo, te cuento las 5 que he estado practicando más estos últimos meses y que me han permitido poder afrontar más calmadamente disfrutar más de la vida.


Detenerme, bajar el ritmo y observar las pequeñas cosas cotidianas.   Detenerse no es sinónimo de falta de actividad, no debe asociarse a pereza. Tiene más que ver con tomar conciencia del ahora, de concentrar nuestra mente en lo que hacemos en cada momento. Tomarse un break es crucial para observar lo que tienes delante y valorar de forma más presente las cosas.


Cuidar las relaciones personales. Conectar con la comunidad que nos rodea.  Cada vez hay más impedimentos para comunicarnos cara a cara. Cada vez es más difícil conectar con las personas que nos rodean y con la comunidad en la que desarrollamos nuestro día a día. Valorar estas relaciones, facilitar los momentos de encuentro. La comunicación y la escucha son pilares fundamentales. 


Evitar el consumismo. Deshacerme de lo innecesario.

Es importante conocernos, analizar nuestra vida y pensar en qué es lo que realmente nos hace felices. Si lo hacemos, encontraremos que raramente lo material es lo más importante. Practicar ser consumidores conscientes y responsables y a deshacernos de lo que no necesitamos. 


Desconectar de las redes sociales y los dispositivos electrónicos. Muy necesario, ya lo sabes porque la  conexión virtual en realidad supone una falta de comunicación real con las personas y un aislamiento del mundo real. Debemos dosificar el uso de nuestros dispositivos y de nuestras redes sociales, para evitar invertir demasiado nuestro tiempo en algo que no siempre nos aporta.


Disfrutar del silencio, bajar el nivel de ruido. Siempre que puedas, recurre al silencio creativo,  porque los ruidos estridentes, los volúmenes demasiado elevados, el ruido constante… nos aceleran y nos incitan a ir más rápido. En una vida tranquila, el silencio es un bien preciado.

Disfrutar de música suaves ayudará a bajar nuestro propio ritmo de respiración y nuestras pulsaciones. Silenciar las notificaciones de las aplicaciones que no sean fundamentales en nuestro móvil o configurar tonos de llamada o alarmas más suaves también nos ayudará. 

Vivir deprisa no es vivir, es sobrevivir. -Carl Honoré-

Sea cuál sea el motivo, por que vives deprisa, quizá este post te haya permitido también pararte a pensar y replantearte si el acelerado ritmo de vida que llevamos es realmente deseable y es la manera como quieres vivir.

Feliz y Slow vida.

Irene Ferreras Fernandez