¿Síndrome de la cabaña o choque de realidad?

sindromedelacabana

Volvemos sí, parece que por fin volvemos, pero lo hacemos de un modo con el que no me siento entusiasmada.

Se habla mucho estos días del “Síndrome de la cabaña” un término muy reciente en la psicología y en mi opinión, todavía con falta de rigor científico para aplicarlo como la respuesta a nuestro contexto actual y orientado sólo a sociedades privilegiadas como la nuestra.

Quienes me conocen y quienes han trabajado conmigo, saben que no me identifico con etiquetas ni me gusta hablar de trastornos ni síndromes y ni mucho menos generalizar con lo que supuestamente debe ser lo normal.

El desconfinamiento no va a ser vivido para todos por igual, va a depender de múltiples e incalculables factores, por lo tanto, es muy improbable que se pueda hablar de síndrome. 

Cierto es, como en todas las situaciones, habrán personas más vulnerables, con antecedentes previos, con mayores dificultades y que por tanto puedan manifestar síntomas de ansiedad, miedo, estrés, apatía ¿Pero… y quién no se ha sentido así durante esta montaña rusa emocional? 

Hablamos de síndromes como si con ello pudiésemos dar respuestas generalizadas y dar solución a todos nuestros malestares como seres humanos.

Personalmente, considero que no es necesario presentar las emociones o sensaciones que podemos experimentar en estos momentos como un problema psicológico, para así tal vez, quedarnos convencidos de que lo que nos ocurre es “normal”.

Lo que yo siento estos días es totalmente paradójico. 

Siento que durante estos meses había podido disfrutar de pequeñas cosas que poco a poco o más bien de súbito, se van desvaneciendo. 

Y entonces me pregunto: ¿Esto es lo que significa volver a la normalidad? 

Volvemos a lo de antes y parece que nada ha cambiado o yo por lo menos, no lo percibo muy distinto a como era antes; Quizá sólo cambia el hecho de ir con mascarillas.

El apreciado silencio ya ha quedado insonorizado, ese silencio que me permitía apreciar lo que durante años había pasado inadvertido para mis sentidos.

Volvemos al ruido, al molesto ruido que contamina y que colapsa la belleza del silencio.

Volvemos a las prisas, al tiempo, a la estructura, a ir corriendo y a llegar tarde a nuestras citas. Volvemos al fast food y a la fast life.

La vida vuelve a lo de antes y me abruma, me enfada, me molesta, me incomoda. 

Volvemos a ensuciar los cielos, volvemos a contaminar con ruido. Contaminamos, esta vez con guantes y mascarillas(que acaban en nuestras calles y océanos) y también a contaminar con nuestras falta de conciencia.

Volvemos a caminar por las calles, pero de nuevo con prisa, volvemos a pisar el acelerador, a cruzar los semáforos en rojo por no poder esperar a que se ponga verde, volvemos a llenar las terrazas de los bares, volvemos a hablar con gritos por si acaso no se nos escucha bien. 

Las personas se chocan mientras  caminan mirando su móvil sin mirar por dónde van y sin respetar la distancia social…las calles de nuevo se vuelven nuestro día a día, ese que tanto ansiábamos cuando no se nos permitía salir, pero de verdad ¿Queremos volver así?

Volver, significa poner de nuevo el cronómetro en marcha, ese que por unos meses parecía estar en pausa. 

Antes de esta pandemia nuestro modus operandi, principalmente era el automatismo, hámsteres en sus ruedecitas(cómo suelo bromear con mis pacientes). Siempre lamentando no tener tiempo, vivir estresados, ocupados, preocupados, saturados, agotados; de sentir que no se tiene el control, de que la vida es muy corta y pasa muy rápido, y de apenas tener tiempo para disfrutar. 

Y es posible que nos dejemos atrapar de nuevo, si no nos mostramos más atentos y más abiertos al cambio.

Tal vez, podríamos replantearnos si queremos volver a esta sociedad consumista, de hiperproductividad, de multitarea, de piloto automático, de prisa y de tiempos super programados y calculados.

Quizá sea este el problema, que este tiempo de pausa nos ha permitido darnos cuenta de las cosas que no queremos o no nos gustan para nuestra vida. Por eso, yo no lo llamaría síndrome, sino más bien, choque de realidad.

Por lo tanto, cada cual  que vuelva a su manera, a su ritmo, a su medida, sin prisas, sin tiempos programados ni marcados. Sin presión ni obligación, dejando espacio, sin necesidad de etiquetar y catalogar emociones y sensaciones.

Mi elección es que quiero seguir siendo consciente momento a momento de mi tiempo y quiero vivir de manera pausada y presente. Es por eso que para mí, volver a ser participe de lo de antes, no tiene cabida.